martes, 10 de agosto de 2010

Lima fue (y sigue siendo) una fiesta

.
Escribe: Miguel Antonio Chávez
.
Como anoté en mi perfil de Facebook, Lima fue (y sigue siendo) una fiesta. Regresar fue como sacarle la pausa a la canción que empezó el año pasado. A la FIL Lima 2009 fui para presentar la compilación de cuentistas ecuatoriano-peruanas Amigas de Yeti. Pero este año la excusa fue otra y mucho mejor. Sé que puedo pecar de padre primerizo pero, pese a no ser mi primer libro publicado (que fue un cuentario), con la primera obra publicada fuera de mi país (y primera novela escrita) no pude ocultar mi alegría. Harold Alva, uno de los editores de Altazor me mostró al bebé apenas llegaba al aeropuerto Jorge Chávez de Lima. No era el único, claro. Altazor apostó este año por editar de golpe siete novelas de varios narradores latinoamericanos menores de 40 y se embarcó en una gira por todo el Perú que desde algunos sectores, y antes de culminar la FIL Lima 2010, ya fue considerada como histórica. Lamento mucho, eso sí, que algunas circunstancias me impidieron estar en ese magical mystery tour por el interior del país con Claudia, Oliverio, Juan, Pedro, Jorge Enrique y Ernesto. Estaba por embarcarme hacia Trujillo para alcanzarlos pero Harold, como buen consejero y road manager, me dijo que me quedara en Lima debido a algunas complicaciones que había en las carreteras. Cuando ya pude encontrarme con ellos, era inevitable ver en sus rostros que, pese al cansancio tenían la cara de satisfacción de los aventureros viajeros, que dista años luz de la cara de los turistas de gorrito. Willy del Pozo, el gerente editor de Altazor, que había conducido su ya mítico Altazormovil (Harold dixit) a los autores, me entregó luego sendos diplomas y certificados de “ciudadano ilustre” que había emitido las municipalidades de Tarma y Huamanga, a mi nombre, tal como había sido entregados a los demás. Extraño honor para mí y bizarro argumento para un cuento, por ser dos ciudades donde nunca estuve. Otro honor que tuve, este sí más vívido, fue el recibir de manos de Alejandra, la pequeña e inquieta hija de Willy, una caricatura mía, teniendo en cuenta que, a diferencia de mis compañeros escritores, a mí no me había conocido en persona.
.
La FIL Lima 2010 fue desarrollada este año en una locación distinta a la anterior, en el distrito de Jesús María. El Parque de los Próceres fue “vestido” de tal manera que albergó los múltiples stands y salones de presentación. Y salvo por problemas de señalética y de déficit de baños (se utilizaron baterías sanitarias como en los concierto de rock en los estadios), la feria se desarrolló muy bien, con gran oferta editorial y presencia de librerías, algo que en Guayaquil ya exigimos si queremos al menos ser parte del circuito de las ferias medianas. El stand de Ecuador, país invitado este año, ocupó su lugar central con una dotación de obras literarias y de estudios sociológicos y económicos. Debido a la conyuntura de que Ministerio Coordinador de Patrimonio Cultural y Natural colaboró en buena medida con el Ministerio de Cultura en la concepción de stand, en una esquina se resaltaba el Plan Yasuní ITT, propuesta política que tiene alcances ecológicos interesantes pero que resulta extraña en el entorno de una feria de libros. Pude encontrarme con algunos autores de la delegación oficial, entre ellos Javier Vásconez, Gabriela Alemán, María Fernanda Pasaguay, Edgar Allan García, Leonor Bravo, Leonardo Valencia y Aminta Buenaño. Con Aminta fui testigo de un incidente. Se molestó mucho porque su novela Mujeres divinas que había enviado semanas antes al ministerio en Quito no constaba entre las obras exhibidas y no sabía con quién quejarse. Solange Rodríguez, Adelaida Jaramillo y Bolívar Lucio también son autores ecuatorianos pero por cosas de la vida, junto a mí, éramos lo que graciosamente denominábamos con Solange “la delegación underground”. Y bueno, a veces en el mar “undergound” la vida es más sabrosa.
.
Hubo eventos organizados por la Cámara Peruana del Libro muy interesantes y fuera del entorno ferial. En la Casa de la Literatura Peruana (una antigua estación de tren de Desamparados, formidablemente rescatada) hubo un conversatorio sobre El síndrome de Falcón, libro de ensayos del autor ecuatoriano Leonardo Valencia, donde participaron él y el peruano Carlos Calderón Fajardo. Moderó la mesa el crítico peruano Gabriel Ruiz Ortega, quien semanas antes fue seleccionado por Enrique Vila-Matas para la presentación de su novela Dublinescas en Lima. La experiencia personal y literaria de Valencia fue expuesta, además de la época en la que residió ahí en los 90. Calderón Fajardo partió una reflexión suya que había realizado, El síndrome de Falcón: el libro que un peruano debió haber escrito, desde las lecturas del libro del ecuatoriano. Sesudas y densas discusiones que terminaron por una gentil invitación de Carlos y de Luis Hernán Castañeda al bar Zela, en la zona del centro histórico. Ahí John Martínez presentó a varios narradores peruanos como el mismo Castañeda, Ernesto Carlín, Oscar Pita, Johan Page, Calderón Fajardo. Y luego, de improviso, nos hicieron leer a Leonardo y a mí, en calidad de visitantes. Leonardo leyó un poema de Roberto Juarroz. Yo lei los primeros dos capítulos de mi novela La maniobra de Heimlich que llevaba conmigo.
.
En la FIL hubo muchas actividades y como tal, imposible estar en todas. Además de las presentaciones de Javier Vásconez, Leonardo Valencia, María Fernanda Pasaguay, Solange Rodríguez, Adelaida Jaramillo y Bolívar Lucio, las mesas llamadas "nueva narrativa" (donde participaron Luis Hernán Castañeda y Valencia) y "novísima narrativa" (con la narradora peruana Katya Adaui, la ecuatoriana Gabriela Alemán y el conocido crítico peruano Julio Ortega) y la mesa donde participé junto con Solange, María Fernanda y Adelaida, estuve en el lanzamiento de la novela Los vivos y los muertos del boliviano Edmundo Paz Soldán y de Las teorías salvajes de la argentina Pola Oloixarac, quien me firmó su ejemplar con lápiz labial (cómo me encantaría decir que fue solo el mío, pero la veintena de personas que estuvieron ahí me lo desmentirían). Fue curioso que mientras hacía la cola, el narrador peruano Gonzalo Málaga me contó que un poeta en Lima se salvó de una muerte por asfixia en una comida gracias a la maniobra de Heimlich. Esa noche conocí en persona a Diego Trelles, quien me había antologado en la versión web de El futuro no es nuestro. Coincidimos en que el presentador de Pola, el narrador Fernando Ampuero, se robó el show ya que a ratos sus preguntas parecían largos fraseos hermenéuticos que no permitieron que Pola se explayara. De paso, el que se haya pasado resaltando su belleza física seguramente fue un factor para cohibirla.
.
La experiencia del lanzamiento de las siete novelas de Altazor (EME/A, la tristeza de la no historia, de Claudia Apablaza; Borneo, de Oliverio Coelho; Takashi, historias robadas, de Ernesto Carlín; Carbono 14, una novela de culto, de Jorge Enrique Lage; La noche que no se repite, de Pedro Peña; El fondo de nadie, de Juan Ramírez Biedermann) entre las que estuvieron la mía, La maniobra de Heimlich, fue increíble. Más de 200 personas estuvieron en la sala César Vallejo, la más amplia de la FIL. Harold temía que no fuera gente ya que ni Jaime Bayly, días antes no lo había llenado. Carlos Calderón Fajardo fue el encargado de lanzar las novelas y sobre eso escribió algo que ya circula en varios blogs.
.
En fin, fue un viaje muy rico. La pasé mucho mejor que la vez anterior. Momentos muy emotivos compartidos, como la cena en casa de Ernesto Carlín reuniendo por primera vez a los siete novelistas (donde los pude conocer mejor a todos y donde Harold se mandó un genial monólogo imitando al presidente Alan García). La visita al bar Queirolo, con Diego Trelles y la poeta Victoria Guerrero. El reencuentro con los amigos del stand del ALPE (Alianza Peruana de Editores). La generosidad de las familias de Harold y Willy. El reencuentro con el embajador ecuatoriano Diego Rivadeneira, la agregada cultural Gabriela Falconí y el editor -junto con Gabriela- de Matapalo Cartonera, Víctor Vimos; al igual que con Gabriel Rimachi y Antonio Moretti. La sencillez y simpatía enormes de Carlos Calderón Fajardo. El conocer al filósofo peruano Víctor Samuel Rivera (para envidia de muchos, cenó con Gianni Vattimo durante su visita a la FIL). Las extensas conversaciones con Gabriel Ruiz Ortega (sobre Fresán, Bolaño, la historia de los cazadores de nazis en América Latina, la joyita de Fernando Iwasaki -Inquisiciones peruanas- que me ayudó a conseguir). La maratónica farra en un sitio de Barranco que nunca supe su nombre, con Diego Trelles, Victoria Guerrero y con Pola Oloixarac que apareció por ahí. La gran acolitada de la poeta y editora Melissa Patiño para acompañarme a la "un poquito peligrosa" zona de la Amazonas, donde venden libros usados (el policía nos dijo previo a llegar a la zona "no pasen por ahí que es peligroso"). El extrañísimo incidente ocurrido en la zona de Gamarra mientras Pedro Peña y Jorge E. Lage estábamos de compras, que nos di un enorme susto. La compañía de Leonardo y el editor Xavier Michelena, con quienes coincidí en el vuelo (fui testigo de cuando a Michelena lo abordó un sujeto muy peculiar, Alex Chionetti, que proponía editar un libro sobre el misterio de la Cueva de los Tayos, y cuya tarjeta de presentación dice Producer, consultant. "Ancient Aliens", "Destination: truth", "The UFO hunters") . El hotel "Cinco estrellas" de la avenida Canadá: historia digna de una segunda parte de Four Rooms.
.
Maldita sea, Lima. Pese al frío, you really got me.
.
.
En la foto: Ernesto Carlín, Juan Ramírez Biedermann, Claudia Apablaza, Carlos Calderón Fajardo, Alejandra del Pozo Muñoz, Oliverio Coelho, Pedro Peña, Jorge Enrique Lage y Miguel Antonio Chávez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario